El denominado Stop-Pipí, que se recomendaba antiguamente, está completamente desaconsejado, ya que causa más problemas que beneficios a nuestra vejiga.
En ocasiones los kinesiólogos (o los urólogos, matronas y ginecólogos) podemos recomendar realizar esa maniobra de cortar la orina a modo de prueba. Esto es: una sola vez, para localizar los músculos del suelo pélvico y ver si somos capaces de cortar el chorro completamente, si nos cuesta o si somos incapaces de lograrlo.
Como digo, sería sólo una prueba puntual, pero no debe hacerse de forma sistemática.
Ya que podemos alterar el vaciado normal de la vejiga, propiciar infecciones de orina y, a la larga, provocar que la vejiga y los músculos del piso pélvico que cierran la uretra se pierdan la coordinación entre sí.
Aunque los ejercicios de piso pélvico más famosos son, sin duda alguna, los ejercicios de Kegel, debes saber que el entrenamiento del suelo pélvico va mucho más allá de los Kegels y que, de hecho, en algunos casos no son recomendables.
Para potenciar los músculos del piso pélvico, los kinesiólogos enseñamos ejercicios que, además, implican otros músculos y estructuras del cuerpo: como el diafragma (músculo respiratorio), el transverso del abdomen (músculo más profundo de nuestros abdominales), la musculatura lumbar, el trabajo postural, el trabajo respiratorio, el trabajo propioceptivo…
Y para ayudarnos en este entrenamiento podemos utilizar diversas técnicas o métodos: como los hipopresivos, determinados ejercicios de Pilates, métodos de reeducación postural como el Método 5P, o dispositivos, como pueden ser los biofeedback, los electro estimuladores, los cinturones pélvicos… y un sinfín de herramientas que van mucho más allá de las bolas chinas (que, igual que te decía de los Kegels, ni son la única ayuda ni están indicadas para todas las mujeres).
Cada incontinencia urinaria puede tener una causa diferente y, por tanto, un tratamiento distinto.
No debemos aguantar las ganas de orinar sistemáticamente hasta el punto en el que vamos al baño corriendo o incluso con molestias.
La vejiga es un órgano muscular, diseñado para almacenar la orina y a medida que se va llenando de orina, el músculo vesical se distiende. Cuando la vejiga alcanza un determinado volumen de llenado nos avisa en forma de “ganas de orinar”. Ante esta situación, pueden pasar dos cosas: bien que hagamos caso de esas ganas y vayamos a vaciar la vejiga o bien que pospongamos las ganas. Es decir, que nos aguantemos.
Si nos aguantamos las ganas, la vejiga seguirá llenándose, es decir, distendiéndose y, al cabo de un tiempo, nos avisará de nuevo a través de las ganas de orinar. Si, una vez más y como hábito, posponemos las ganas y esperamos a ir al baño cuando nuestra vejiga nos ha dado ya varios avisos y está tan llena que incluso nos causa molestia (como dolor por encima del pubis), estamos poniendo en riesgo este órgano (por forzar su distensión) y también nuestro suelo pélvico.
¿Por qué el piso pélvico?
Porque para aguantarnos las ganas de hacer pis, de forma consciente o no, contraemos esta musculatura y si esto se prolonga en el tiempo, mantenemos esa tensión en el suelo pélvico hasta el momento que vamos a orinar. Y la tensión mantenida en el piso pélvico, como en cualquier otro músculo del cuerpo, puede traernos consecuencias: desde dolor a dificultades para relajarse y dificultar la micción, la defecación o las relaciones sexuales, etc.
Como conclusión: debes orinar cuando se sienten las ganas y antes de que esas ganas provoquen molestia o presión dolorosa en la zona de la vejiga.
En determinados casos, desde la kinesiología, realizamos lo que se llama un entrenamiento vesical, es decir: recomendamos espaciar el tiempo entre una micción y otra, cuando detectamos que la persona va a orinar de forma más frecuente de lo normal. Pero esto siempre se hace de manera controlada con un profesional sanitario y tras estudiar el caso concreto de cada paciente.
Igual que no es bueno aguantarse las ganas de forma repetida, tampoco lo será ir cada dos por tres al baño sin ganas de orinar. Muchas personas hacen pipí sin tener ganas cuando, por ejemplo, van a salir de casa, o tras acabar la jornada laboral antes de dejar su puesto de trabajo… Se convierte más en una costumbre que en una necesidad.
Es lo que se llama “hacer pipí por si acaso”.
Si midiéramos el volumen de estas micciones, en la mayoría de los casos, veríamos que son muy pequeñas cantidades, y que la vejiga puede perfectamente almacenar esa cantidad sin distenderse en exceso. Estas micciones por si acaso no están recomendadas porque obligamos a la vejiga a vaciarse cuando el volumen de orina que le ha dado tiempo a almacenar es muy pequeño. Esto puede provocar que nuestra vejiga “se acostumbre” a orinar siempre en pequeñas cantidades y necesitemos ir más veces al baño sin necesitarlo realmente.
No. Los hombres también pueden presentar incontinencia urinaria. Y en cuanto a la edad, aunque existe un tipo de incontinencia urinaria asociado al envejecimiento, no solo las personas mayores presentan incontinencia: también puede ocurrir en niños, en adolescentes, en mujeres que no han dado a luz, en deportistas jóvenes, en embarazadas, etc.
Cuando una persona, joven o en edad avanzada, hombre o mujer, presenta pérdidas de orina, es necesario acudir al especialista para conocer el origen de la incontinencia y llevar a cabo el tratamiento adecuado para cada caso.
Y con una compresa o toallita, adiós problema. Rotundamente NO. Se denomina incontinencia urinaria a cualquier pérdida involuntaria de orina.
Pueden existir escapes leves, moderados o severos (desde pequeñas gotas a escapes completos del contenido de la vejiga), pero en todos los casos nos referimos a incontinencia urinaria y no es algo normal, ni algo a lo que debamos resignarnos.
Ante las pérdidas de orina, recomendamos siempre acudir al médico y detectar las causas que están detrás de esa incontinencia.
En la mayoría de los casos, desde la kinesiología, la incontinencia urinaria mejora o se resuelve por completo.
Este es otro mito extendido. No todas las mujeres tienen por qué tener problemas, pero lo que sí es cierto es que un músculo en desuso o “sometido a mal uso” puede acabar atrofiándose, debilitándose o dañándose y dar lugar a disfunciones.
Son numerosos los factores que, combinados entre sí, o un único factor perpetuado en el tiempo, pueden acabar provocando problemas relacionados con esta zona.
Algunos de esos factores de riesgo son el sobrepeso, los deportes de impacto (running) o hiperpresivos (crossfit), el embarazo y el parto, el factor genético, el sedentarismo, la menopausia, el estreñimiento, la tos crónica, las malas posturas, el cargar peso, etc.
A estos factores, habría que sumar una etapa de especial importancia para la mujer, por el cambio hormonal que con ella sucede, y es la menopausia.
Carolina Petterman Brito
Kinesióloga de Piso Pélvico